We sleep safe at night because men like Capt. Castro are protecting us.
Por Kevin Maurer / Prensa Asociada
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Fort Bragg, Carolina del Norte -
Cuando el capitán boricua Iván Castro ingresó al Ejército de Estados Unidos, estableció sus metas: saltar de aviones, derrumbar obstáculos y guiar a los soldados en combate. Las alcanzó todas. Entonces, un disparo de mortero cayó a cinco pies de donde estaba parado y le robó la vista en el acto.
“Cuando eres ciego, tienes que ponerte nuevas metas”, dice Castro.
"Cuando eres ciego, tienes que ponerte nuevas metas. En las Fuerzas Especiales uno debe ir por encima y más allá aún de lo que se le ordena... quiero ser tratado de la misma manera que los otros oficiales. Nunca he deseado que sientan lástima de mí y menos aun que se me dé algo que no me merezca”.
Y las puso más altas. No conforme con simplemente permanecer en el Ejército, él es el único oficial invidente activo en las Fuerzas Especiales, el pequeño y célebre grupo elite, famoso por sus incursiones detrás de las líneas enemigas en misiones de combate.
Como oficial ejecutivo en el centro de mando del 7mo. Grupo de las Fuerzas Especiales, las responsabilidades de Castro no lo colocan directamente en la línea de combate, sin embargo, lo llevan a tomar parte en prácticamente todo lo que desemboca en ello.
“Voy a llevar esto hasta el límite”, dice este puertorriqueño de 40 años. “Yo no deseo ir a Fort Bragg y simplemente sentarme en una oficina. Quiero trabajar todos los días y estar en una misión”.
Desde el inicio de la guerra en Irak, más de 100 soldados han perdido totalmente la vista en combate y otros 247 sólo de un ojo. Sólo otros dos oficiales invidentes están en el servicio activo: un capitán que estudia para ser instructor en West Point y un instructor en el Combined Arms Center, en Fort Leavenworth, Kansas.
El comandante de la unidad de Castro asevera que él no tiene una asignación por caridad, sino porque pone al servicio de la institución todas sus virtudes como miembro de las Fuerzas Especiales y como líder de pelotón con la 82da. División Aérea.
“La única razón por la que alguien sirve en el 7mo. grupo de las Fuerzas Especiales es porque realmente tiene talento”, dijo el coronel Sean Mullholland. “No utilizamos a Castro para hacer relaciones públicas o como recurso para el reclutamiento”.
La oscuridad eterna-
Veterano con experiencia de 18 años en el Ejército, Castro fue vigilante antes de completar su entrenamiento para ingresar a las Fuerzas Especiales, un aciago año que muchos soldados son incapaces de terminar.
Él se unió a las Fuerzas Especiales como sargento de armas, obtuvo una comisión oficial y fue trasladado a la 82da. División Aérea, con la esperanza de regresar como líder de grupo.
Entonces, en septiembre de 2006, su vida cambió en un tejado de Youssifiyah, Irak.
Castro había relevado a otros colegas en los altos de una casa después de una noche de combate. Nunca escuchó el estampido del mortero. Simplemente un destello y luego la oscuridad total... y eterna.
La metralla penetró por diversas partes de su cuerpo, fracturándole un brazo y el hombro. También le desgarró la parte derecha del rostro. Otros dos paracaidistas murieron.
Cuando Castro despertó seis semanas después en el Centro Médico Naval Nacional, en Bethesda, Maryland, su ojo derecho había desaparecido. Los médicos no pudieron salvar el izquierdo.
La Asociación de Veteranos Invidentes estima que 13% de todos los procedimientos de emergencia por combate en Irak han estado relacionados con heridas en los ojos y que más de la mitad de los soldados con heridas por traumas cerebrales sufren de serias deficiencias visuales. Esto las coloca como la tercera herida de guerra más común en Irak, después del Síndrome de Estrés Postraumático y las heridas cerebrales.
“Lo que él está haciendo es un gran ejemplo de que un invidente puede tener una carrera excitante y con significado”, dijo Thomas Zampieri, director de las relaciones gubernamentales de la asociación.
Después de 17 meses de recuperación, Castro buscó una asignación permanente en los servicios del Comando Especial de Operaciones, vinculado al 7mo. Grupo de las Fuerzas Especiales. Él se enfoca en tareas administrativas mientras depura el dominio del español entre los miembros, idioma de suma importancia para una unidad que regularmente es destinada a entrenar tropas sudamericanas.
“Quiero apoyar a estos chicos para hacerles la vida un poco más fácil y segura, con la idea de que puedan cumplir sus misiones”, apunta Castro.
“Obviamente él no puede hacer las mismas tareas que una persona con visión, pero Iván encontrará la manera de hacer lo que se tiene que hacer”, dijo Mullholland. “Una de las cosas que más me impresiona de él es su determinación para continuar sirviendo a su país, a pesar de todo lo que ha pasado”.
Hombre de acero-
Castro entrena regularmente en el gimnasio y corre con sus piernas musculosas y poderosas. Aunque tiene una prótesis en la cavidad ocular derecha y lleva a flor de piel la huella de la metralla en sus brazos, su desbordante personalidad eclipsa sus heridas de guerra. Nadie escapa a sus explosivos saludos, sus bromas agudas -siempre respetuosas- y su ilimitada voluntad de vivir.
Castro corrió este año en el maratón de Boston -al lado de Eric Olson, comandante del Comando Especial de Operaciones- y el año pasado estuvo en el maratón de la Marina. Él desea competir próximamente en el triatlón Ironman en Hawai y graduarse del curso avanzado de oficiales del Ejército, que adiestra a los capitanes en el arte de conducir tropas y planificar operaciones.
Mullholland dice que Castro -quien recibió la condecoración del Corazón Púrpura como otros soldados heridos en combate- siempre será parte de la familia de las Fuerzas Especiales. “Lucharé por Iván mientras él desee permanecer en el ejército”, aseveró.
Casado y padre de un joven de 14 años, Castro sigue necesitando ayuda para llegar al gimnasio y también una escolta para llegar a la formación. Una vez ahí, toma el mando y estimula a los soldados a ir siempre a dos niveles por encima de lo que se les pide. “En las Fuerzas Especiales -dice- uno debe ir por encima y más allá aun de lo que se le ordena”. Esta idea es también su credo de vida.
“Quiero ser tratado de la misma manera que los otros oficiales”, afirma. “Nunca he deseado que sientan lástima de mí y menos aún que se me dé algo que no me merezca”.